Reacuérdame rasgando mis lágrimas,
pintando de azul mi blanca cara,
y levantando las manos al cielo
y gritando:
¡Si! ¡Gritando!
¡A ti! ¡Oh, a ti!
Pidiendo ayuda para coronarme
con la más indómita y salvaje
de todas las dignidades que me ofreces.
Me aferro a una idea.
Me aferro con furia.
Es una idea de libertad
de poder volar, de poder andar
por encima de este polvoriento
y seco arenal.
Me aferro a un sueño.
Me aferro con locura.
Es un sueño de cálido bienestar,
en el que tu horizonte de profundo azur
me besa en la frente, en los labios,
y me otorga tu más oscura luz.
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