Mi mente ha sido envenenada.
Mis ojos cegados.
Mi garganta degollada.
Mis manos cercenadas.
Mis entrañas han sido arrancadas de cuajo.
Mi sexo quemado.
Mis rodillas aplastadas.
Y de mis pies solo quedan tristes muñones como las raíces de un árbol arrancado.
Mi corazón alberga el último suspiro de vida, mi último recuerdo que no está bañado por el dolor, y ahogado por la angustia.
Pero se encuentra solo, desahuciado, perdido y loco.
Porque nació sin unas alas para lograr escapar, sin una Arcadia donde poder exiliarse.
Por eso necesito de tu ávida mente, para desemponzoñar la mía.
De tus ojos, para ver el Sol del nuevo día.
De tus oídos, para escuchar mi alegría.
De tu garganta, para cantar y reír.
De tus manos, para juntos construir.
Te pido tus entrañas para partirlas de risas y llenarlas de manjares.
Deseo tu sexo para poder gozar el tesoro que nos ha sido otorgado y hacerte temblar de gustosa alegría.
Necesito tus rodillas para recordar que nunca vuelva a postrarme ante nada ni nadie.
Y necesito tus pies, para juntos, perdernos en el horizonte.
Mi corazón necesita del tuyo para poder escapar de la maldición de los apáticos; para poder soñar con una bella luz, para poder llegar a una profunda y sencilla plenitud.
Porque contigo soy YO y puedo crecer de la forma en la que un río se desenrolla y se vierte por una ladera hasta alcanzar el mar de futura esperanza.
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