Una oscuridad se sentó a mi lado
con su negra y oscura cara
me miró a los ojos
y ya no vi nada.
Su aliento helaba
y sus manos quebraban
mi llama valiente
que se quedo congelada.
Me ordenó seguirla
y no me resistí
a sus encantos malditos,
a su llamada de frenesí.
Juntos nos perdimos
y solo sentí
una mancha que se extendía
muy dentro de mí.
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